¡Que viene el coronavirus!
Carta de un corresponsal intervencionista
Entre los años 1918-1920 otro virus, el virus influenza A, del subtipo H1N1 mató en el mundo a más de 40 millones de personas, si bien las estimaciones más actuales dicen que pudieron ser entre 50 y 100 millones de muertos. A esta pandemia se la llamó “gripe española” y esta denominación no tiene nada que ver con el origen del foco, ni con la mortalidad. Simplemente se le denominó española porque en España, país neutral en la I Guerra Mundial, la falta de censura estatal permitió difundir libremente noticias sobre su virulencia y progresión. En España se calcula que murieron 200.000 personas (1 % de la población).
Hace un par de meses, diciembre del 2019, una populosa pero desconocida población de 11 millones de habitantes en la provincia de Hubei de la China central, situada entre los ríos Yangtsé y Hansa se introdujo en el mapa mundial de los lugares famosos. Ocho médicos del hospital central de Wuhan, entre ellos el Dr. Li Wenliang, alertaron de la existencia de una enfermedad grave y letal producida por un coronavirus. Li fue reprendido y acusado por difamación y falleció por esta infección el día 6 de Febrero. Ahora todo el mundo reconoce que se trata de una epidemia por un coronavirus tipo SARS-CoV-2, denominado 2019-nCoV.
La historia se repite, en 1918 los intereses militares de la Gran Guerra justificaron la ocultación de datos y silenciaron la magnitud del problema; ahora un régimen comunista totalitario intenta ocultar la infección y seguro que miente descaradamente en cifras de infectados y muertes.
Me preocupa esto de que los políticos de turno, siempre naturalmente por interés de los ciudadanos, mientan. Mienten en pequeñas o grandes mentiras y además intentan manipular la mentira en uno u otro sentido.
Está reprochable indecencia humana se cuela a menudo en presidentes y presidentillos que se han creído dueños y señores de nuestra sociedad. A los cuatro vientos, a través de la multimedia, intentan con medias verdades, cambiando de versión ahora y después, confundir y desviar la atención de los verdaderos problemas de la gente no manipulada de la calle.
Jonathan Swift, escritor satírico irlandés del siglo XVII, hablando de la mentira política, la definía como “el arte de hacer creer al pueblo falsedades saludables con vistas a un buen fin”.
En su afán de mantener su mentira, los políticos ilusionistas y prestidigitadores de la verdad, intentan dirigir lo importante y accesorio de nuestra vida y sobre todo de lo que toca y no toca hablar.
Me parece muy acertado lo que escribía Manuel H. Restrepo hace unos meses en la revista América Latina en movimiento: “Ridiculizan a la verdad como bien público y riqueza saludable y colectiva y la asumen como su propiedad privada, que no puede ser tocada, buscada y menos publicada”.
¡Qué viene el coronavirus, ah no, los politicos!
Miguel Ángel de Gregorio
Intervencionista corresponsal